En Sonata de la Violencia pululan millonarios, pobres, mafiosos, fascistas y guerrilleros de izquierda. Pero nadie aquí es bueno o malo por ser esto o aquello. El destino de los personajes no está sobre determinado, como en las malas novelas, ni por la posición económica, sino por la combinación, a veces azarosa, de las circunstancias específicas relacionadas a ese impredecible factor que resulta siempre la condición humana.

Aquí todos asesinan y roban. Todos. La violencia, perfumada de Chanel o en harapos, es el mismo cáncer que corroe hasta las almas más cándidas o que, al menos, parecen serlo. No hay santos ni demonios en esta novela: hay seres humanos, como en la gran literatura de todos los tiempos. Geovani Galeas.

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